Tuesday, 14 May 2019


INTRODUCCIÓN:
A pesar de que la Sinestesia es una enfermedad que no consta en la historia de la medicina hasta últimos del siglo XIX, la relación entre imagen y sonido se remonta en la leyenda a los tiempos de Cadmo y Armonía, momento en que el guerrero escribió con un palo unos signos sobre el suelo, les dió valor fonético y educó a su pueblo.
También dice la Biblia algo así que en el principio fue el Verbo, de forma que es inevitable pensar que la oralidad antecede a la escritura, tal y como plantea la línea del tiempo por la que la Prehistoria antecede a la Historia, pues es precisamente el criterio de dividir el antes y el después la aparición datada de los primeros documentos escritos. De la oralidad es verdad que escuchamos a la gente, más que verla, pero quien está algo sordo se ayuda de leer en los labios a los demás, de forma que la pronunciación de las palabras o de los fonemas es un minisoporte visual que existe desde el mismo momento en que la boca emite sonidos. 
Quizás cuando se consideró escribir la Historia que estudiamos hoy la cultura ya era demasiado dependiente del sello de la burocracia y de la imprenta, papirofílica o pergaminocentrista, como se quiera decir..., pues hay cosas de la Prehistoria que quedaron grabadas con signos o señales que sin ser lo que llamamos hoy escritura son imágenes con sentido. Algunas son iconos, otras se refieren a palabras, y no sabemos si a sílabas o a fonemas cuando se exploran idiomas demasiado arcaicos. Signos hay desde Altamira, el problema es que no son signos que siempre responden al esquema de Ferdinand de Sausurre, signo = significante + significado. Luego, la historia de la Humanidad no ha dependido del análisis lingüístico ni de una visión retrospectiva para avanzar y producir grafos susceptibles de sentido. No todo análisis es a posteriori, pero los análisis tampoco inventan nada, más que descubren cómo funcionan las cosas o cómo se relacionan los elementos, pues para que funcionen las cosas hay una táctica para usarlas, y en el momento de dotar de sentido (significado) a un grafo, señal, icono o palos cruzados en el suelo, estamos sintetizando comunicación.
Por supuesto no es Cadmo, guerrero fenicio o griego, el único inventor de la escritura, ni un mito tan lejano si consideramos que la cultura mesopotámica ya escribía sus leyes, tributos, tablillas de propiedad privada..., conocimientos astronómicos, etcétera en arcilla, arcilla que después cocida era muy longeva, demostrado porque 5000 años después aún se conservan, cosa con la que los papeles o los CD Rom de plástico, que tanto tardan en degradarse han de competir. Quizás mañana, de nuestras huellas solo quedará el barro originario y un montón de desechos en el fondo del mar, ¡quien sabe!
De todo esto no me quiero centrar en la semiótica ni la semiología, no profundamente...,no ahora, sino en la capacidad humana de hacer relaciones entre elementos dispares que se aprehenden por distinto sentido, o que como estímulos implican un sentido añadido que invoca a una acción o transmite u significado.
Esta es la razón asociativa por la que la palabra Do puede ser una vibración de 256Hz, y por la que al ver escrita una figura negra en una determinada posición de un pentagrama, clave añadido... nos invite a cantar algo más que el sonido de su nombre ["do"], sino un pitido existencialista que marca la nota primera del modo mayor, llámese C para los anglosajones, o realmente Ut para los seguidores de Guido y su sistema de solfeo.

Porque, realmente cuando cantamos la frecuencia de Do natural, los 256 Hz (apx), se deshace el hechizo de la torre de Babel, y es una misma cosa Ut, Do o C; funcionando estos signos, " de distinto idioma" como sinónimos mayúsculos de una intención soberbia: retratar a partir de la imagen con soportes codificados... al efímero sonido.

2.Alteraciones de la percepción
Una de las cosas que voy a decir más de una vez es que una partitura es además de un tipo de escritura musical un dibujo de la música.
Sabiendo leer música, sabes recordar sonidos, representas, reconfiguras,… y como al malo de la película Amadeus, el gran Salieri, te vienen las melodías. Yo he perdido un poco de contacto con el dictado musical y con la lectura, pero es obvio que teniendo dotes y estando entrenado se despierta este fenómeno. Quién tenga desarrollado y activado el sensor de leer música y ser capacidad de imaginarla es un portento, ¡enhorabuena pues…!, pero que sepas que esto no es sinestesia, aunque quizás sea algo mejor: ya has aprendido suficiente música como para poder leerla y escribirla sin verificar en el teclado que lo estás haciendo bien.

El bueno de Scriabin sentía los sonidos como colores, eso decía y tenemos que creerle. Allá por 1910 representó en París ‘Prometeo, el pájaro de fuego’. Es una pieza que no es fácil de entender pues se explaya dentro de un lenguaje musical que no es el clásico, introduciendo un acorde que se abre y se cierra en distintas densidades y que él mismo llamaba acorde místico. Ya añadiré pentagramas o enlaces, de momento decirles solo que era algo así como una escala-acorde, mucho antes de que surgiera el concepto de escala-acorde para que quienes improvisan no se vayan de tono sin salirse del tono de la escala. Perdón por la ironía.
A lo que la música había llegado por 1910 es a una tonalidad saturada, repetitiva y que iba a estallar con Schönberg y sus invenciones, pues los músicos empezaba a estar hartos de hacer recetas de armonía y contrapunto y a la vez estaban exigidos de ser originales o algo más que artesanos creativos desde que la historia del Arte pasó por el Romanticismo. Con todo y con esto, en nada se parecen Schonberg y Scriabin a la hora de hacer música, pero tienen algo en común: los dos hicieron guiños de la música hacia el color, cada cual a su manera. Iré por partes, primero Scriabin.
El ruso era algo extraño, al parecer un poco ocultista al resto de camaradas y amigo de los acordes de cuartas. También le gustaba escribir piezas con armaduras extrañas y un fogoso experimentador de la disonancia no como un apero de contraste, sino como algo simbólico, pues la música y las artes de esa época en algunas partes de Europa pasaron por el simbolismo, y la música de Scriabin no representa sonidos, sino historias, como las de tanta gente que hacen programa, o intentan contar cosas a partir de la música, de la sensación, sugestión, emoción,… que la música despierta en el oyente.
Es muy difícil que la música con dos o tres notas pueda significar “En un país de la mancha…” y que sea explícita, no sin un código. Que Vivaldi describa la Primavera con escalas, bellas armonías, contrastes rítmicos y motivos cantables no significa que salgamos al campo y oigamos a Vivaldi en un riachuelo. La música son esas nubes que cambian de forma y nos recuerdan cosas, esa abstracción sugerente que se carga el público para que no sea abstracta y la convierte en figurativa, si es que no lo era ya de por sí, la música, en la intención original del compositor. De tal manera es muy difícil con la música, sin determinados clichés decir “amor” y que el público lo sepa, aunque a la escucha de muchas músicas bellas podemos despertar sensaciones placenteras que nos embriaguen, o que la melodía que es bonita se suponga de un significado parecido al del amor, allí cuando todo suena en armonía y bienestar… ¡Aunque nos podemos preguntar si es belleza y no amor, o música ordenada en estado puro! El significado de la música no es siempre, por lo pronto, concreto. Veamos que de Vivaldi a Scriabin habían pasado ya casi tres siglos de música instrumental, y sin embargo hay cosas que necesitan programa, pues sin programa es difícil coincidir con lo que quiere decir el autor. Puede que nosotros pongamos mucho de nuestra parte para adivinar el signo de un acorde, su estado de ánimo, o su… horóscopo, pero a lo peor nos pasamos, nos quedamos cortos, o nos vamos por los cerros de Úbeda. Quién no haya estado en Úbeda debería buscar por Google-maps donde están los famosos cerros y esos derroteros, y quien sea de Úbeda olvidar estas bromas (un saludo). El caso es que podemos estar oyendo música y sacándole parecido a las nubes, hasta que llega el momento en que todos vemos un barco, y apostaríamos por /barco/ 20€ en el Beetwin, seguro,… ¿pero y si las nubes nos quieren decir otra cosa?!...
¿o sí que es barco?, pero barco no es el mensaje, sino la señal…, y hay que deducir un mensaje con la pista que es el barco. Luego, tal vez nos estemos pasando atribuyendo sentido a las nubes del cielo, a sus cambios de forma, y solo sean gases de distinto color visible al azul del cielo. Tal vez no hay más sentido que el que nosotros ponemos, y todo ha sido un discurso subjetivo que hemos reflejado en las cambiantes formas del cielo, discurso que se ha caído en el último momento, casi antes de embarcar.
Me cuentan que a veces la gente mira cuadros abstractos y ve cosas.
Me cuentan que a veces miran cuadros del informalismo y no reconocen las figuras, que piensan que es abstracto.
Me dicen que la música es pura y también me lo creo, pero es que ha habido un pasaje que me suena a Tiburón, y he dejado de oír las notas.
Ahora vamos a ver dos cosas a la vez oyendo música, e intenten concentrarse: La historia de Prometeo en música, y una correspondencia entre música y color. Lo vamos a poner fácil para que no pierda el hilo porque va a ser un espectáculo audiovisual para que lo entiendan a la vez por la vista y el oído, algo que en cine aún no pasa.
Luego, unos oyeron música por un lado y vieron colores por el otro, algunos se enteraron de la historia y otros oyeron una sinfonía más, “original” musicalmente hablando, con texturas y densidades variables, pero música… ¿de qué decías que iba la historia?, preguntó un Monsieur a una dama y esta le respondió:
-En Sol menor, no estoy segura.
(Que Santa Lucía te conserve la vista) pensó el del monóculo, añadiendo:
-A veces sonaba a mixolidio
Y la señorita, más elegante que discreta dijo:
-Desde qué ojo estás pensando.






Enlace a autores citados:
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