Una de las cosas que voy a decir más de una vez es que una partitura es además de un tipo de escritura musical un dibujo de la música.
Sabiendo leer música, sabes recordar sonidos, representas, reconfiguras,… y como al malo de la película Amadeus, el gran A. Salieri, te vienen las melodías.
[El director de esta película quiere con la Banda Sonora que oigamos lo que es capaz de sentir el maestro Salieri, su capacidad de traducir los signos musicales a sonido. No es sinestesia, es simplemente lectura. Si ustedes leen en voz baja la palabra "palabra" suena la p con la a = Pa, ... y si unes sílabas ya tienen la palabra al cmpleto, como cuando se unen palabras obtienen la frase y cuando unen frases el párrafo o un sentido mayor de las palabras. Las palabras no hacen falta que las lean en voz baja para que les suene en el cerebro la imagen sonora que tiene cuando se pronuncian, saben que "word" no suena como "palabra", pero es /lo mismo/, y al tiempo que leen se pueden imaginar dos cosas: el sentido de las frases y las palabras que pueden emitir dos personas que dialogan o la voz de un narrador que cuenta una historia. La música no es diferente. Salieri sabe que el "Do" se escribe en determinados sitios del pentagrama, sabe la altura a la que equivale, y al leer se imagina el tono que está representado...]
Yo he perdido un poco de contacto con el dictado musical y con la lectura, pero es obvio que teniendo dotes y estando entrenado se despierta este fenómeno. Quién tenga desarrollado y activado el sensor de leer música y ser capacidad de imaginarla es un portento, ¡enhorabuena pues…!, Pero que sepas que esto no es sinestesia, aunque quizás sea algo mejor: ya has aprendido suficiente música como para poder leerla y escribirla sin tener que verificar en el teclado u otro instrumento que lo estás haciendo bien.
El invento de pasar la música a un código visual está hecho desde la Antigüedad, si no simbólicamente por medio de signos para recordar las alturas, a través de sistemas varios de notación, uno de ellos el solfeo moderno que ya es un clásico. Luego, el solfeo moderno sustituyó a los anteriores, evidentemente.
(ver ¡Franco de Colonia, qué bien huele!)
Y es que la música se puede ver de muchas maneras. Más sucede que, en los manuscritos y en los sistemas de imprenta, la música quedaba en blanco y negro, y el dibujo, que era un grabado o un estampado dejaba que desear. Después de Alois Senefelder el sistema de edición de partituras va a cambiar, pero contra pronóstico sirve más su invento litográfico para hacer entintados a color que ediciones de partituras con colores, pues a nadie se le había ocurrido un por qué. Más, no tiene mucho sentido que la música se deba a los colores si las primeras fotocopiadoras van a imprimir solo en blanco y negro, pero eso los clásicos no lo sabían. También que la fotocopia de color es mucho más cara, ¡donde va a parar!
[Si analizamos la evolución de la escritura musical podemos decir que con el sistema pautado hemos llegado a un punto intermedio entre la escritura y el dibujo de la melodía y el ritmo, pero hay mucha abstracción de signos y codificación de sentido en el proceso de captar las notas].
La litografía va a servir a una forma de editar partituras que uniformiza el Solfeo moderno alrededor del globo, y que por la tirada en serie longeva (más que antes) de la música impresa va a servir de propaganda del propio sistema de escritura clásico, extendiéndose por los cinco continentes.
A otros niveles la Litografía va a servir para reproducir cosas diferentes a las que tenía pensado Alois, revolucionando la estampación de gráficos, publicidad y obras de arte.
(ver ¡Franco de Colonia, qué bien huele!)
Y es que la música se puede ver de muchas maneras. Más sucede que, en los manuscritos y en los sistemas de imprenta, la música quedaba en blanco y negro, y el dibujo, que era un grabado o un estampado dejaba que desear. Después de Alois Senefelder el sistema de edición de partituras va a cambiar, pero contra pronóstico sirve más su invento litográfico para hacer entintados a color que ediciones de partituras con colores, pues a nadie se le había ocurrido un por qué. Más, no tiene mucho sentido que la música se deba a los colores si las primeras fotocopiadoras van a imprimir solo en blanco y negro, pero eso los clásicos no lo sabían. También que la fotocopia de color es mucho más cara, ¡donde va a parar!
[Si analizamos la evolución de la escritura musical podemos decir que con el sistema pautado hemos llegado a un punto intermedio entre la escritura y el dibujo de la melodía y el ritmo, pero hay mucha abstracción de signos y codificación de sentido en el proceso de captar las notas].
La litografía va a servir a una forma de editar partituras que uniformiza el Solfeo moderno alrededor del globo, y que por la tirada en serie longeva (más que antes) de la música impresa va a servir de propaganda del propio sistema de escritura clásico, extendiéndose por los cinco continentes.
A otros niveles la Litografía va a servir para reproducir cosas diferentes a las que tenía pensado Alois, revolucionando la estampación de gráficos, publicidad y obras de arte.
Cartel de T. Lautrec que aún aprovecha el sistema de la litografía para hacer carteles a color.
El cartel del Diván Japonais pinta aquí que es de 1901, de un sitio en el que se hacía música en directo, la única forma segura de ofrecer música de calidad por la época, pues ya había gramófono, pero a la gente le gustaban los espectáculos en directo. El color en los carteles tiene un efecto de reclamo sin precedentes, y marca una época también de cambios en la forma de hacer la publicidad. Todo esto cae después de que los impresionistas ya exaltaran el color desde 1972 y coincide con los primeros cuadros fauvistas.
Por en medio unas teorías sobre la luz y el color cada vez más desarrolladas y los inventos del progreso, incluidos el daguerrotipo, el cinematógrafo de los hermanos Lumiére y un sinfín de inventos del demonio. Y es que decían que el mundo se estaba loco. Por su parte a los pintores no les quedaba otra que improvisar cosas que no hicieran las máquinas, no en un intento de ser originales (el romanticismo ya pasó), pero sí por desmarcarse de un terreno donde la competencia mecánica daba miedo. No solo la fotografía, léase también la imprenta y su capacidad para hacer grandes tiradas en serie de un cartel a todo color. Esto es, donde no llegaba la foto llegaba la imprenta, y al final lo que le quedaba a la pintura era demostrar la pincelada o hacer lo que la máquina no era capaz de ver. Luego, se quejan de los estilos de vanguardia. Si en el fondo los artistas eran unos exiliados de la artesanía. Más, como se suele decir en estos casos, depender de nuevas consignas es la solución, y la imaginación va a asaltar el poder.
Aquí dejo el enlace de un artículo de El País titulado: Fauvismo, la borrachera de color que abrió paso a las vanguardias del sigloXX.
[Por aquellas los músicos no temían aún que el influjo de la máquina pudiera robarles prestigio o protagonismo, pero la búsqueda de parámetros nuevos en el arte plástico y en el literario contagio a las demás artes, y al final todo se revolucionó bastante al llegar a la primera década del siglo XX. Dicho de otra forma, las generaciones intelectuales rompieron con la estética de siglos de lento evolucionismo y costumbrismo, y aunque algunas vías no estaban agotadas todos se lanzaron con ímpetu desmedido a la creación experimental de tendencias o ismos que no estaban al alcance del gusto burgués de la época]
El bueno de Scriabin sentía los sonidos como colores, eso decía y tenemos que creerle. Allá por 1910 representó en París ‘Prometeo, el pájaro de fuego’. Es una pieza que no es fácil de entender pues se explaya dentro de un lenguaje musical que no es el clásico, introduciendo un acorde que se abre y se cierra en distintas densidades y que él mismo llamaba acorde místico. Era algo así como una escala-acorde, mucho antes de que surgiera el concepto de escala-acorde para que quienes improvisan no se vayan de tono sin salirse del tono de la escala. Perdón por la ironía.
El bueno de Scriabin sentía los sonidos como colores, eso decía y tenemos que creerle. Allá por 1910 representó en París ‘Prometeo, el pájaro de fuego’. Es una pieza que no es fácil de entender pues se explaya dentro de un lenguaje musical que no es el clásico, introduciendo un acorde que se abre y se cierra en distintas densidades y que él mismo llamaba acorde místico. Era algo así como una escala-acorde, mucho antes de que surgiera el concepto de escala-acorde para que quienes improvisan no se vayan de tono sin salirse del tono de la escala. Perdón por la ironía.
A lo que la música había llegado por 1910 es a una tonalidad saturada, repetitiva y que iba a estallar con Schönberg y sus invenciones, pues los músicos empezaba a estar hartos de hacer recetas de armonía y contrapunto y a la vez estaban exigidos de ser originales o algo más que artesanos creativos desde que la historia del Arte pasó por el Romanticismo. Con todo y con esto, en poco o nada se parecen Schonberg y Scriabin a la hora de hacer música, pero tienen algo en común: los dos hicieron guiños de la música hacia el color, cada cual a su manera.
La mirada roja. A.S.
Incluso Schoenberg pintaba sus "expresionismos".
[Claro que si hay que relacionar a Schonberg con algún ruso ese era Kandinsky con quien se escribía cartas estéticamente enriquecedoras].
[Iré por partes, pues primero fue Scriabin el que más se fijo en la onda color-música y festejo el encuentro de la luz y el sonido de una forma distinta a la wagneriana. Porque Wagner sí, era muy amigo del Arte Total, de integrar las artes, pero en la escena de sus óperas las cosas se mezclan e integran de una manera más costumbrista. El éxito de Wagner hay que achacarlo a que en torno a la música las otras artes se integraban alrededor de la misma, y la incomprensión de Scriabin puede ser que quisiera dar un doble discurso y no se entendiera ni la música ni la imagen, siendo el espectáculo de luces austero, aún para la época y sus bombillas, y la música programática que sonaba al tiempo indescifrable al oído de las multitudes].
[Iré por partes, pues primero fue Scriabin el que más se fijo en la onda color-música y festejo el encuentro de la luz y el sonido de una forma distinta a la wagneriana. Porque Wagner sí, era muy amigo del Arte Total, de integrar las artes, pero en la escena de sus óperas las cosas se mezclan e integran de una manera más costumbrista. El éxito de Wagner hay que achacarlo a que en torno a la música las otras artes se integraban alrededor de la misma, y la incomprensión de Scriabin puede ser que quisiera dar un doble discurso y no se entendiera ni la música ni la imagen, siendo el espectáculo de luces austero, aún para la época y sus bombillas, y la música programática que sonaba al tiempo indescifrable al oído de las multitudes].
Anotar que contra la corriente del binomio nota-color Scriabin no basa su analogía en la escala cromática, sino en el círculo de quintas, lo cual maquilla el piano de un extraño modo.
Si en el este teclado hacemos la típica secuencia de quintas, FCGDAEB nos sale el arco iris, aunque empezamos por el granate y no llegamos al violeta pues hay 12 sonidos en el sistema, no los 7 de abajo.
[Después de este teclado cabe ver que el acorde místico en sus pliegues y despliegues se mueve cambiando de densidades apoyado en los tritonos y las quintas, como en un ejercicio de mirar a los dos lados: al color y su armonía de complementarios que produce el tritono y a la naturaleza del sonido que se apoya en las quintas. Pero esto es aventurar demasiado. Quizás podemos decir que sí, la analogía de quintas es cromáticamente más original que todas las que se hicieron después de Newton, pero que después la música que soporta este piano es vanguardista y de sello personal, acercándose a la escala hexátona de vez en cuando y rozando unos equilibrios (o desequilibrios) poco convencionales].
El ruso era algo extraño, al parecer un poco ocultista al resto de camaradas y amigo de los acordes de cuartas. También le gustaba escribir piezas con armaduras extrañas y un fogoso experimentador de la disonancia no como un apero de contraste, sino como algo simbólico, pues la música y las artes de esa época en algunas partes de Europa pasaron por el simbolismo, y la música de Scriabin no representa solo sonidos (sería música pura) ni en el caso de Prometeo se hace una simple correspondencia de nota-color, sino que se presentan detrás historias, como las de tanta gente que hacen programa, o intentan contar cosas a partir de la música, de la sensación, sugestión, emoción,… que la música despierta en el oyente.
Por supuesto que ver la partitura no nos va a ayudar mucho a conocer el significado simbólico de las cosas, porque lo que retrata la partitura en esta época es básicamente la duración y altura de las notas, y los signos de intensidad y dinámica.
[Es decir, esto lo lee Salieri y no se entera de que hay un pájaro de fuego porque no lo ve en ninguna parte, descubriría eso sí acordes nuevos, y le parecerían disonancias, pero eso es otra historia]
Es muy difícil que la música con dos o tres notas pueda significar “En un país de la mancha…” y que sea explícita, no sin un código. Que Vivaldi describa la Primavera con escalas, bellas armonías, contrastes rítmicos y motivos cantables no significa que salgamos al campo y oigamos a Vivaldi en un riachuelo. La música son esas nubes que cambian de forma y nos recuerdan cosas, esa abstracción sugerente que se carga el público para que no sea abstracta y la convierte en figurativa, si es que no lo era ya de por sí, la música, en la intención original del compositor. De tal manera es muy difícil con la música, sin determinados clichés decir “amor” y que el público lo sepa, aunque a la escucha de muchas músicas bellas podemos despertar sensaciones placenteras que nos embriaguen, o que la melodía que es bonita se suponga de un significado parecido al del amor, allí cuando todo suena en armonía y bienestar… ¡Aunque nos podemos preguntar si es belleza y no amor, o música ordenada en estado puro! El significado de la música no es siempre, por lo pronto, concreto. Veamos que de Vivaldi a Scriabin habían pasado ya casi tres siglos de música instrumental, y sin embargo hay cosas que necesitan programa, pues sin programa es difícil coincidir con lo que quiere decir el autor. Puede que nosotros pongamos mucho de nuestra parte para adivinar el signo de un acorde, su estado de ánimo, o su… horóscopo, pero a lo peor nos pasamos, nos quedamos cortos, o nos vamos por los cerros de Úbeda. Quién no haya estado en Úbeda debería buscar por Google-maps donde están los famosos cerros y esos derroteros, y quien sea de Úbeda olvidar estas bromas (un saludo). El caso es que podemos estar oyendo música y sacándole parecido a las nubes, hasta que llega el momento en que todos vemos un barco, y apostaríamos por /barco/ 20€ en el Beetwin, seguro,… ¿pero y si las nubes nos quieren decir otra cosa?!...
¿o sí que es barco?, pero barco no es el mensaje, sino la señal…, y hay que deducir un mensaje con la pista que es el barco. Luego, tal vez nos estemos pasando atribuyendo sentido a las nubes del cielo, a sus cambios de forma, y solo sean gases de distinto color visible al azul del cielo. Tal vez no hay más sentido que el que nosotros ponemos, y todo ha sido un discurso subjetivo que hemos reflejado en las cambiantes formas del cielo, discurso que se ha caído en el último momento, casi antes de embarcar.
Me cuentan que a veces la gente mira cuadros abstractos y ve cosas.
Me cuentan que a veces miran cuadros del informalismo y no reconocen las figuras, que piensan que es abstracto.
Me dicen que la música es pura y también me lo creo, pero es que ha habido un pasaje que me suena a Tiburón, y he dejado de oír las notas.
Ahora vamos a ver dos cosas a la vez oyendo música, e intenten concentrarse: La historia de Prometeo en música, y una correspondencia entre música y color. Lo vamos a poner fácil para que no pierda el hilo porque va a ser un espectáculo audiovisual para que lo entiendan a la vez por la vista y el oído, algo que en cine aún no pasa.
Luego, unos oyeron música por un lado y vieron colores por el otro, algunos se enteraron de la historia y otros oyeron una sinfonía más, “original” musicalmente hablando, con texturas y densidades variables, pero música… ¿de qué decías que iba la historia?, preguntó un Monsieur a una dama y esta le respondió:
-En Sol menor, no estoy segura.
(Que Santa Lucía te conserve la vista) pensó el del monóculo, añadiendo:
-A veces sonaba a mixolidio
Y la señorita, más elegante que discreta dijo:
-Desde qué ojo estás pensando.
Y es que al final todos tenemos un poco alterada la percepción.
Enlace a autores citados:
Bibliografía
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Hita Villaverde, Enrique: El mundo del color. Granada, 2001
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