La evolución de los sistemas de representación de música es incesante. El soporte de la informática lo ha revolucionado todo. Es evidente que estamos en la era digital. Se puede estar al margen, pero yo, en el momento de escribir este blog dependo de herramientas absolutamente ofimáticas. Con esto lo que quiero decir es que la forma de ver la música ha cambiado.
También añado que la forma de ver la música está cambiando.
También añado que la forma de ver la música está cambiando.
Más, como no va a ser que cambie la forma de verla o representarla si ante todo, lo más básico, oírla, también está cambiando la relación del oyente con el emisor. Luego, digamos que lo que supone oír /la música/ no es lo mismo que ver un pentagrama, lugar en el que hay música representada. La escritura de la música no suena (sí, a Salieri "le suena" en la cabeza, la imagina..., recrea, pero el espectador oye impostada una banda sonora subjetiva ¿diegética?(¿no diegética?... difícil de clasificar. no te parece).
La escritura musical es ante todo un sistema de almacenamiento, conserva las melodías dispuestas a ser interpretadas..., se ve, pero no suena. Aunque, se le puede dar el toque gracioso a la coyuntura: si se arruga suena, si tiras un libro al suelo hace ruido, etcétera. Pero lo mismo le pasa a un CD-Audio, incluye música, pero necesita ser sonado: tiene música, invisible, ceros y unos, más no se observa por fuera insinuación alguna salvo una portada circular que es poco diferente a la portada de un libro. Al pensar que escritura musical (A) impresa o grabaciones musicales digitalizadas (B) son cosas distintas nos movemos entre un pensamiento clasificatorio entre lo analógico y lo digital, del papel si queremos al plástico, y dependemos de reproductores: humanos o mecánicos, electrónicos..., pero el fondo es el mismo: encriptación a distintos niveles, con distintas estéticas y distinta tecnología. Por convención una grabación de música no es un sistema de escritura, sino un sistema de captación del sonido, y hacerla el fenómeno musical a la experiencia de oírla en vivo, poniendo a través de lo digital una falsificación de la realidad muy acertada. Entonces, la escritura, más tradicional y analógica, parece estar más lejos de la realidad, a pesar de ser más simple y no depender de una cadena de inventos y aparatos dependientes de la electricidad, entre otras cosas. Tampoco es fácil discernir sobre el oxímoron de lo que es la realidad-virtual sin meterse en la realidad virtual, puesto que realidad y virtualidad han abierto sus fronteras a la filosofía desde hace siglos. Con todo esto no me quiero ir a hablar de la vida es sueño, Matrix o de Alicia en el país de las maravillas, simplemente quiero aterrizar en el tema de la presentación y la representación, pero no es sencillo separar representación de presentación ni adjudicar niveles a los distintos formatos en función de su dosis de realidad y ficción. Luego, dado que se rompen muchas relaciones con los nuevos formatos de expresión y edición y los nuevos sistemas de comunicación no sé aún por dónde seguir hablando, pues en principio quería ir directo al tema de la representación de la música, pero ¿qué es la representación? ¿sólo el papel? Más, no pensamos que la grabación en disco o vinilo, cassette... es un tipo de escritura musical, sino lo que la sustituye de forma directa: la captación del sonido directamente desde la fuente. Esto es lo que lleva a pensar las acciones en base a diferentes verbos, lo que equivale pensar que son diferentes acciones: escribir/grabar. Y así se cumple en el mundo del tópico, cerrando el debate, pero no es una frontera tan radical, pues como digo: un CD se graba de mil formas, depende de un micro, y escribe datos, que por inductores, transductores, encriptación, y codecs... acaban sonando. Es decir, grabamos música en digital escribiendo ceros y unos sobre sus capas, dependiendo después del proceso de descodificación para volver a escucharla, en un sistema que cumple con las palabras de conversores analógico-digitales y digitales-analógicos. Más, el altavoz ya es analógico, eléctrico y tecnológico, y no es humano, es lo que se llama "un parlante" a principios del siglo XX, y en latinoamérica o en electricidad aún hoy día. Si el altavoz es de tecnología analógica como las lámparas o las válvulas, y otros artefactos: el vídeo, la cassete, el disco de vinilo... es que existe una dimensión analógica artificial que no es la de los músicos de carne y hueso, lo cual quiere decir que lo analógico-humano es más bien lo lógico. Pero en la dualidad de la tecnología al uso, solemos comparar ya lo digital con lo real o tradicional metiendo en el saco cualquier cosa que no funciona con ceros y unos, prevaleciendo una comparación de binomios que para nada es dualista: hay más de dos cosas que comparar.
La escritura musical es ante todo un sistema de almacenamiento, conserva las melodías dispuestas a ser interpretadas..., se ve, pero no suena. Aunque, se le puede dar el toque gracioso a la coyuntura: si se arruga suena, si tiras un libro al suelo hace ruido, etcétera. Pero lo mismo le pasa a un CD-Audio, incluye música, pero necesita ser sonado: tiene música, invisible, ceros y unos, más no se observa por fuera insinuación alguna salvo una portada circular que es poco diferente a la portada de un libro. Al pensar que escritura musical (A) impresa o grabaciones musicales digitalizadas (B) son cosas distintas nos movemos entre un pensamiento clasificatorio entre lo analógico y lo digital, del papel si queremos al plástico, y dependemos de reproductores: humanos o mecánicos, electrónicos..., pero el fondo es el mismo: encriptación a distintos niveles, con distintas estéticas y distinta tecnología. Por convención una grabación de música no es un sistema de escritura, sino un sistema de captación del sonido, y hacerla el fenómeno musical a la experiencia de oírla en vivo, poniendo a través de lo digital una falsificación de la realidad muy acertada. Entonces, la escritura, más tradicional y analógica, parece estar más lejos de la realidad, a pesar de ser más simple y no depender de una cadena de inventos y aparatos dependientes de la electricidad, entre otras cosas. Tampoco es fácil discernir sobre el oxímoron de lo que es la realidad-virtual sin meterse en la realidad virtual, puesto que realidad y virtualidad han abierto sus fronteras a la filosofía desde hace siglos. Con todo esto no me quiero ir a hablar de la vida es sueño, Matrix o de Alicia en el país de las maravillas, simplemente quiero aterrizar en el tema de la presentación y la representación, pero no es sencillo separar representación de presentación ni adjudicar niveles a los distintos formatos en función de su dosis de realidad y ficción. Luego, dado que se rompen muchas relaciones con los nuevos formatos de expresión y edición y los nuevos sistemas de comunicación no sé aún por dónde seguir hablando, pues en principio quería ir directo al tema de la representación de la música, pero ¿qué es la representación? ¿sólo el papel? Más, no pensamos que la grabación en disco o vinilo, cassette... es un tipo de escritura musical, sino lo que la sustituye de forma directa: la captación del sonido directamente desde la fuente. Esto es lo que lleva a pensar las acciones en base a diferentes verbos, lo que equivale pensar que son diferentes acciones: escribir/grabar. Y así se cumple en el mundo del tópico, cerrando el debate, pero no es una frontera tan radical, pues como digo: un CD se graba de mil formas, depende de un micro, y escribe datos, que por inductores, transductores, encriptación, y codecs... acaban sonando. Es decir, grabamos música en digital escribiendo ceros y unos sobre sus capas, dependiendo después del proceso de descodificación para volver a escucharla, en un sistema que cumple con las palabras de conversores analógico-digitales y digitales-analógicos. Más, el altavoz ya es analógico, eléctrico y tecnológico, y no es humano, es lo que se llama "un parlante" a principios del siglo XX, y en latinoamérica o en electricidad aún hoy día. Si el altavoz es de tecnología analógica como las lámparas o las válvulas, y otros artefactos: el vídeo, la cassete, el disco de vinilo... es que existe una dimensión analógica artificial que no es la de los músicos de carne y hueso, lo cual quiere decir que lo analógico-humano es más bien lo lógico. Pero en la dualidad de la tecnología al uso, solemos comparar ya lo digital con lo real o tradicional metiendo en el saco cualquier cosa que no funciona con ceros y unos, prevaleciendo una comparación de binomios que para nada es dualista: hay más de dos cosas que comparar.
Luego, lo digital marca el principio de una era en la que nos estamos estancando un poco a la hora de que pensamos que todo gira en torno a lo digital, y puede ser verdad, pero lo postanalógico no es lo lógico, ni lo humano. Es decir, nos recreamos en el medio analógico para comunicar simulacros de la realidad con alta capacidad de resolución, de forma ese formato AV que solemos ver nos parece muy real a juicio del oído y de la vista. Claro que el formato tiene sus vicios de escucha. Por ejemplo, lo que he dicho de VER la música es la consecuencia del medio digital con el que accedemos a conectar nuestra experiencia musical con las ondas sonoras.
Es decir, si tenemos la sensación de estar viendo música al ver un vídeo, es verdad, es música y suena, hay gente tocando y nos parece que nos asomamos a una ventana, pues contemplamos movimiento y gente captada mientras ejecuta con una cámara de vídeo, la propia del ordenador, la de un móvil... No pensamos que es una ficción porque no suelen ser montajes, cuando no lo son, como cuando simplemente le damos al REC y grabamos fragmentos de vida en los que la gente canta, sin producción, apenas atrezzo, y la iluminación suficiente. Luego, a partir de aquí, e incluso aquí, el propio encuadre determina la ficción, porque no vemos cuadrado.
Luego, dista mucho de sí grabarse tocando en casa a que te graben en la casa del Gran Hermano, donde hay un productor y editor que maneja los movimientos de los concursantes y edita un punto de vista que le interesa a él o a la audiencia, aunque podemos decir que no el resumen, pero sí el vivo a 24 horas tiene mucho de realidad, con el sabido postureo que implica que sabes que te están grabando, que te están viendo, que es un concurso y que puedes ganar dinero... Dado que no he vuelto a ver el gran hermano desde la segunda edición, o mejor dicho desde la primera y un poco de la tercera (de la segunda no ví casi nada), no voy a dar publicidad a experimentos mediáticos que se han estirado más que un chicle en un coche de línea.
El caso es que, como ejemplo está ahí el hecho de que observar a alguien por una pantalla ya no es observarlo al natural, aunque haga lo mismo. Y, una segunda cosa: el hecho de observar a alguien en diferido ya es un hecho irreal, potenciado con el poder de la pausa y la repetición. Es decir, grabarse una vez y reproducirse millones no es un acto musical tradicional de siglos, sino de la nueva era de las comunicaciones, de la televisión más el vídeo, y ahora del ordenador y el móvil
La pantalla trae música en directo de vez en cuando, en auténtico directo, retransmitido vía satélite o en streaming, pod-cast... o como se diga, pero la mayoría de las veces decimos que vemos gente tocar en "directo" por la propia oposición que supone darle al REC y que quede lo que salga, sin cortes, trampa ni cartón, de un vídeo en el que puede haber montaje, tomas varias y al final se monta un producto que no es directo 100% a la hora de grabar, se duda, o no se sabe. Luego, también hay montajes de vídeo y audio grabado, muy bien disimulados, y otros que por falta de sincronía de imagen y sonido parecen playbacks y no lo son. Todos sabemos mucho de vídeos porque tenemos Youtube. Vimeo... ahí, y lo utilizamos para oír música. Esto es por una parte a donde quería ir, ya casi no oímos música, sino que oímos videoclips, pues la música después de que el disco se promocionara por la televisión no volverá a ser lo que era: nos hemos acostumbrado a un decoro que los discos no ofrecían, y las ondas tampoco.
De la historia del video-clip se dice, con respeto al montaje de un tema de Queen que uno de los pioneros fue The video Killed the radio Star. A toro pasado hay que cambiarle la letra a la canción por The web Kill the Tv star, pero el vídeo sigue ahí, festejando la primacía de la visualidad dentro de la cultura, lo cual nos identifica como especie, en casi todas las culturas es igual, salvo algunas que viven aún en la selva y dependen del oído para sobrevivir. El problema no lo tenemos porque se prefiera la experiencias visual a la auditiva sino por la sublimación adictiva y decorosa de la imagen en las creaciones musicales.
Con toda la torpeza que pudiera tener una cassete: se trataba, si bajaba de revoluciones alteraba la altura del sonido, era baja de calidad... al menos ponía la música al servicio del oído, no daba opción al despiste, no tanto, pues encontrábamos las letras y la portada como un resorte incalculable para observar ciertas cosas del grupo, la grabación, o las propias letras: una información mínima que no tenía desperdicio para los coleccionistas, ni para la situación contextual del producto a últimos de los 70' o primeros de los 80'.
De la historia del video-clip se dice, con respeto al montaje de un tema de Queen que uno de los pioneros fue The video Killed the radio Star. A toro pasado hay que cambiarle la letra a la canción por The web Kill the Tv star, pero el vídeo sigue ahí, festejando la primacía de la visualidad dentro de la cultura, lo cual nos identifica como especie, en casi todas las culturas es igual, salvo algunas que viven aún en la selva y dependen del oído para sobrevivir. El problema no lo tenemos porque se prefiera la experiencias visual a la auditiva sino por la sublimación adictiva y decorosa de la imagen en las creaciones musicales.
Con toda la torpeza que pudiera tener una cassete: se trataba, si bajaba de revoluciones alteraba la altura del sonido, era baja de calidad... al menos ponía la música al servicio del oído, no daba opción al despiste, no tanto, pues encontrábamos las letras y la portada como un resorte incalculable para observar ciertas cosas del grupo, la grabación, o las propias letras: una información mínima que no tenía desperdicio para los coleccionistas, ni para la situación contextual del producto a últimos de los 70' o primeros de los 80'.
La sustitución de la cassete o el vinilo por el CD ya fue una cuestión que se produjo desde parámetros que buscaban mejor sonido de reproducción y así lo publicitaban y avalaban: mejora del rango dinámico 20hz-20000hz y mejora de la señal ruido: de 65dB/ 100 a 80dB/100dB. La cuestión al principio era que casi nadie tenía CDrom, y que el abaratamiento de los tocadiscos (porque iban a desaparecer) hizo que muchas personas se quisieran comprar lo que nunca habían tenido. De tal forma, la democratización de la música de vinilo llegó a muchos hogares con la compra de un todo en uno, que no era de marca, pero traía todo: Tocadiscos, cassette doble y pletina de CD rom (el mío era así, de una marca blanca de Philips, o eso nos contaron). En este caso, la escucha de música era la escucha de música a través de los distintos soportes, pero la música se escuchaba, no se veía, y de la atención a la música y sus ondas, notabas el todo operante que entraba dentro de unas pistas que re-generaban sonido lógico o analógico lo mejor que podían. Digamos que lo de menos en este caso es la calidad, sino el hecho de ir cambiando de calidad sin cambiar la relación de la música con la recepción a través del oído.
Tampoco es 100% verdad que la música sea desde que aparece el disco un fenómeno auditivo. Precisamente desde que el disco forma parte de un merchandising los artistas son iconos, y las portadas venden tanto como la música, de forma que muchas veces somos dependientes de la simpatía que tengamos a ciertos chicos o chicas para oír las canciones y juzgar por lo que suena. Y esto pasa desde que el mercado del disco explota, antes de que yo naciera. Sin embargo, haber tenido mala tecnología, creo que es lo que permite aguantar tiempo oyendo música sin tener que ver postales por encima, de la misma forma que soy capaz de soportar una película sin insertos abusivos de la banda sonora. Y es que en parte, dado el eclecticismo que hay al querer producir siempre un producto realista o total, casi es mejor incitar al cine mudo y ver mejor el montaje de fotografías sucesivas sin tratar de alterar nada del significado que ofrecen. A lo musical, escuchar algo y decir, ¿qué te parece, te gusta o no?... antes de decir quien lo canta..., como sucedía al oír algo por la Radio. La Radio tampoco ha muerto, pero los públicos han menguado, la realidad es un hecho y las cifras están en Internet. El vídeo mató pues a la estrella de la radio, y como el sentido de "vídeo" va más allá que hacia el aparato en cinta, hoy grabamos vídeos con el móvil, los subimos a Internet, y nos comunicamos con imágenes. En lugar de decir "hoy he visto una actuación de unos tíos que hacían música con instrumentos experimentales..." mandamos un vídeo y se acabó el dar explicaciones. La posibilidad de ofrecer una imagen sustituye a las palabras, sublima a la música y nos aporta ventanas subjetivas de la experiencia de otros a las que asomarnos. El poder de la imagen no se puede descalificar: está sucediendo algo magnífico. Cual es el pero: a veces sobra la imagen, o estamos creando una comunicación alternativa muy dependiente de la misma y de la tecnología.
Principal tema de lo que estoy tratando de hablar: la representación de la música no es la representación de los sonidos en el tiempo (definición escueta y típica del arte musical), sino la representación la representación musical a través de soportes visuales.
¿Hemos llegado a la imago-dependencia?
Pues, reflexionen ustedes.
El caso es que esto de ver la música con películas de fondo absorbiendo la actividad del ojo es evidentemente una forma de hacer la música más entretenida, un recurso como reclamo y demás. Contrasta mucho con cuando le pones la partitura a alguien para que toque música si no quiere leer, ni aprender... ¡pero como no te va gustar! diría yo, si esto te estimula el ojo..., pero es evidente que no tiene nada que ver una empresa con la otra. Por igual, este blog no tendrá millones de visitas nunca porque no es un vídeo...., y aunque vaya directo al ojo a través de un sistema de signos legible, formalmente es un compendio de letras que parece un tostón, si es que no lo es.
De este discurso en el desierto se ha de admitir que los públicos musicales son de diferente índole, al igual que si la música le gusta a todo el mundo, a cada persona le gusta de la música algo distinto, y cumple para él funciones sociales peculiares. de todo esto se sabe, y sabemos, porque probablemente muchos hemos pasado por distintas etapas de relación con la música, ya como meros oyentes, ya como intérpretes o consumidores.
Luego, aquí me ha salido una palabra que tiene doble sentido: el consumidor de música. En el mercado ser consumidor es ser comprador, en la realidad se ha pasado a aumentar el número de consumidores de música [gente que escucha música], pero a reducir el número de compradores. Y es que el interés por la música, fenómeno universal, no se defiende especialmente bien de la piratería, del todo gratis, o del culto al directo de pago. No hace falta decir que cada uno tiene sus circunstancias, entre los que yo me incluyo siendo beneficiario del acceso selectivo a mucha música y un perjudicado como creativo de poder vender más que un reducido número de copias cada vez que hago canciones para alguna banda.
Me cuentan que incluya mis canciones en Spotify desde hace más de una década, y que era el futuro de la comercialización musical, que el disco en formato físico va a desaparecer, y en parte es verdad, los datos lo avalan, pero Spotify es para oír música, según tengo entendido, ver cuatro fotos de los artistas, supongo que algunos vídeos oficiales y poco más, y lo supongo porque a día de hoy no me interesa Spotify aún con lo fácil que puede resultar darle un click a la barra de búsqueda y presumir de que me conozco el sistema como nadie, pues hoy no, pero tal vez mañana sí... e incluso haciendo memoria más de una vez me contaron algo, pero no me sedujo. Tampoco fue buena la experiencia de Bruce Springsteen publicando en Spotify, y a decir verdad, ¡cómo va a poder ser bueno el soporte digital para cualquier cosa si la copia es de excelente calidad y no hay una entidad física (aunque sea un envoltorio) que separe el original del que no lo es!
Y es que si alguien compra un coche de un modelo del que se venden 1000000 de coches iguales en todo el mundo, o un disco entre 100000 copias, un libro entre 10000 o un grabado de una edición de 500 copias se lleva, mal que sea, algo mínimamente original, que no es obra única, pero como pasa en Ebay: una guitarra tiene su número de serie, su edición limitada, y pertenece a un año, a una fábrica, luego a un tiempo y a un espacio.
No está mal pensado el asunto de vender canciones en lugar de discos, el disco es caro y tal vez no te gusten todas las canciones de un disco, vas a oír 4, compra cuatro..., pero si no te las llevas, ya las oirás: 1) por imperativo cuando estén de moda; y 2) regaladas cuando pasen de temporada.
También hemos llegado a un punto que no hay lugar para el punto medio: la gente no tiene dinero en la mayoría de los casos para pagar un piso cómodamente, luego cómo fomentar que paguen por la cultura los ahorros que no les quedan. De hecho, hoy se presume de cultura, y es un bien... y un entretenimiento, y sigue habiendo lo privado y lo que no lo es, aunque se han abierto los accesos a los libros y la música, también al cine-online o las series TV..., pero es evidente que si cobraran en exceso por tenerla (cultura o información...) habría que releer libros, re-escuchar discos o hacer deporte a la hora del clásico.
Se preguntarán si soy músico o si lo he sido. Y que si no lo soy, qué hago haciendo un blog de asuntos musicales.
No sé hasta qué punto lo soy, lo he sido y lo seré. Comencé tarde con,... a los 15, tengo más de 45, y a día de hoy casi no toco más que el piano y la flauta de vez en cuando, por motivos profesionales, no de músico profesional.
La música no la he dejado, pero ejercer de músico o complacerme tocando sí, aunque a veces me da la fiebre y práctico a lo bruto para recuperar una digitación que no va a volver, ni necesito para gran cosa. El problema mío ahora en relación con la música es hasta qué punto me estoy desvinculando de tocar, incluso pensando en ella a diario: en su escritura, en su armonía, en luthería... comprar accesorios..., incluso otras guitarras que no voy a tocar. Tampoco tengo sitio para ponerlas en el armario, y sin embargo, es verlas... y me atraen como juguete o herramienta de trabajo a la que le he sacado partido algunos añitos, 18 en concreto, más otros pinitos.
Luego, la música no me puede faltar a la hora de tocar. Tampoco a la hora de oírla o de servirme de ella para distintas funciones. Pero... comprar discos, de verdad, soltar pasta por música grabada ya se me pasó el arroz hace unos años, y creo que no soy el único. Con excepción de grupos de la tierra que hacen maquetas, 6€, 10€ o que me caliento en un directo... el último disco que compré en una tienda de discos ( o por Internet, da igual) fue hace más de 10 años. Eso sí, pague bastante porque era un recopilatorio de Schoenberg, pero entonces no son 10 años, sino 15,... por lo menos.
Luego, tal vez quien lea esto dirá que se cree el ladrón que todos son de su condición, o que proyecto en los demás lo que me pasa a mí, no es así... soy simplemente uno más de esas estadísticas que dicen que los discos son para quinceañeros o puretas (tal vez compre algo para coleccionistas) y que la gente prefiere pagar por minutos o descargarse canciones: ¡yo ya ni eso! Me siento como el abuelo cuando bailaba por las fiestas de su pueblo, metido en la más absoluta tramitación de mis propias costumbres, pero sustituyendo la cassete, los discos o CDs por oír lo de siempre en Youtube o sitios por el estilo, pero que con Youtube me es suficiente, y si fuera de pago, renovaría el CD de la torre que se ha estropeado y oiría lo que he acumulado durante tantos años.
Decía un filósofo que la música generacional es como una mochila que llenamos con lo que nos gusta y con cosas que no, pero que nos marcan la juventud y que después estamos oyendo lo mismo toda la vida. Esto justifica el revival y series de TV como Cine de Barrio. Luego, hay gente que se renueva con algunas tendencias, pero los que renovamos las guitarras creemos que es más que suficiente hacer eso que no otra cosa. Es decir, si hay que escoger entre cambiar de cuerdas a la guitarra o cambiar el rock por el reggaetón me voy por un juego de cuerdas. Pero, quizás no esté tan mal el reagetón ni tan bien el rock, es que cada loco tiene un tema, y en este aspecto la locura generacional no se vende por nada, tengas o no razón en gustos y repertorios.
Luego, por "ver" la música estoy hablando de visionar, entender, y poco de las grafías, me he ido de tema..., ¡mejor, más natural: cosas que pasan!
Incluso puedo decir que todo lo que me sobra de estudio en el campo de la música es porque no toco mucho, y todo lo que me sobraba tocando es porque oía y oigo poca música, es decir, mi tiempo musical no se lo he dado a oír música que saliera de conciertos ajenos o de los discos, sino sobretodo de mis propios dedos. Cuando me he atufado de tocar he salido a la calle y cuando me he cansado de tocar me he puesto a leer y a escribir de música, pues de joven no quería ser más que práctico y no le encontraba sentido a las teoría musicales y ahora no le encuentro proyección a la técnica y me refugio en las cábalas del señor corchea: pensar en pentagramas, por ejemplo. Por supuesto que de rockero convencido ni me importaba mucho ver lo que hacían los demás ni tenía las formas de hacerlo que hay ahora: oía mis discos, ponía la radio y poco más hasta que entraron las privadas.
Ahora sí, no soy el único que se entretiene en casa haciendo cosas para colgar en internet (vamos al grano), y esta plataforma permite la katarsis de muchas creaciones, como subir vídeos en los que se puede demostrar el avance de un chico que aprende a tocar desde sus primeras lecciones, promocionarse para los amigos o desconocidos, el puro exhibicionismo, o la información gratuita de alguien que dispone de conocimiento y emplea su tiempo libre en grabarse y publicarse incluso sin ánimo de lucro.
Internet nos lleva la música a casa, y la música viene por tanto en forma de ceros y unos que suenan por los altavoces, para quien la oiga, o que suena y se ve, para quien la consuma desde los vídeos.
Todo esto es crucial porque la música como formato audiovisual plantea muchas presentaciones.
1) Música que suena sobre un frame fijo, lo cual hace que a veces nos salte el salvapantallas.2) Música sobre montaje fotográfico
3) Música sobre imágenes de vídeo que poco tiene que ver con lo que se escucha
4) Vídeo clips oficiales
5) Covers
6) Directos grabados...
7) Momentos vitales capturados instantáneamente con un móvil, cámara oculta...
8) Bandas sonoras con imágenes diegéticas/no diegéticas... (podría ser 1 y 2)
9) Fragmentos de un vídeo didáctico
... y de diferentes estancias en las que se puede producir música y ser grabada:
10) De una ópera
11) De un ballet)
12) De un concierto...
... al margen de otras más cotidianas (peña de amigos, bodega, bar, habitación casera...o ducha)
No pretendo escarbar en las taxonomías del vídeo-clip o los tipos de bandas sonoras,... ni decir que estos 12 casos son 12, pues categorías de vídeos con música o de música con vídeos hay muchas más, dependiendo del enfoque con que se estudien. El caso es que si alguno de ustedes consume música con vídeos se dará cuenta de que los montajes son distintos y las situaciones también, lo cual hace incluso entretenido repetir la misma canción o tema más de una vez, o les lleva a escoger el mismo audio con distinta presentación visual por muy distintos motivos, incluyendo aquello que implican hacer más amena la escucha de cinco minutos musicales. A mí ya me pasa de vez en cuando..., pero mis alumnos lo necesitan constantemente. Tengo que decir que no son de Conservatorio, sino de secundaria, por lo cual los podemos imaginar con los cascos en el móvil y mirando el celular... que lo dejan de mirar porque les está prohibido usarlo, y se meten el casco en el oído para no oír las lecciones del profesor (los malos estudiantes, evidentemente). Luego, no sé qué criticar o de qué quejarme si cuando se saltan la ley a escondidas es cuando escuchan música de verdad, apartándose de la pantalla, desarrollando el oído... Y es que si no hemos llegado a una situación realmente triste de la autonomía de la música, sí al menos a una situación excesivamente ilustrativa.
Nadie es culpable de que la música se consuma con los ojos, no ha sucedido porque apareciera Internet o la televisión. Cómo ya he dicho desde hace siglos se ha llevado el espectáculo en el que la música era subordinada de la palabra, o decoro sonoro del drama. Allí donde ha habido actores en el escenario los músicos han estado en el foso, y este lugar para los secundarios resiste en muchas opciones en las que la música puede trabajar ofertando sus notas. A veces es al contrario, las cosas se ponen al servicio de la música: auténtica protagonista. Más, no podemos decir que el interés por la música pura,instrumental descriptiva también... tenga adeptos en mayoría desde el Barroco. Y es que 'a música como atracción pura parece que ¡es para entendidos!, más nos cae bien, porque, toda vez que la música sirve al texto, si lo quitas, a muchos les parece que no hay nada:
¡¡¡dónde está la figura que solo escucho el fondo!!!
E incluso en lo admirable que es ver tocar a gente virtuosa y habilidosa, que da gusto verlos tocar, tenemos poca paciencia.... o hay quien tiene poca paciencia. Y aquí la propia imagen del músico tocando como un malabarista es en verdad en muchas situaciones algo digno de elogio, que puede no gustar, pero demuestra un trabajo acumulado y una prueba de sinceridad.
Luego, el arte se volvió loco después del Romanticismo tardío, y artificial después del disco, no lo vamos a negar. El virtuosismo parece que cayó a ojos de la crítica del Arte cuando murió Paganini, Chopin Listz,... y le siguieron los imitadores: muy buenos tocando, pero nada originales, evidentemente. O en el momento en que la máquina demostró que era capaz de reproducir música o que era capaz de grabarla de varias veces, escoger la toma buena,y montar algo más bello que la gente pudiera oír.
Del esfuerzo por ser virtuosos nada queda cuando se confunde la velocidad con el tocino, o cuando se margina la velocidad porque no se entiende el arte de la velocidad al confundirse con la charlatanería. ¡Por favor, no crean que pienso así! Luego, sí hay razones para entender que el buen músico no es el más rápido del oeste, aunque la rapidez es una de las cosas por las que se miden en los duelos de algunas películas los que quieren ser los mejores (Cruce de caminos). Evidentemente un músico va más allá de lo que hace un autómata, o debe de hacerlo, más ahora en el siglo XXI, y ser veloz y no dar un fallo es un ejercicio de mejora muy explotado que ha llevado a mucha gente a no disfrutar de la música en el empeño de querer hacer las cosas bajo un molde excesivamente romántico y también "mecánico". No es que el hombre no pueda competir con la máquina es este intento de ser un músico perfecto, es que debe competir con sus propias funciones y transmitir en el lenguaje de los hombres, pues sin él, no será entendido.
Pensemos que ese tipo de espectáculo que da el virtuosismo no interesa tampoco a un público que solo ve gente que toca, y que admira un rato lo bien que suena y como mueve los dedos el niño, el adulto o el anciano, ... de maravilla, pudiendo quitar mérito al que más tiempo lleva o al que está en plenas facultades de darlo todo. Luego, de este espectáculo de oír música y ver como toca el personal el vídeo que puede grabar el señor que está en la fila quince, en un lateral, es bastante tétrico, no será una película que gane el Oscar, por lo que aguantará en la silla si ha ido a ver el concierto por voluntad propia sabiendo lo que es y a lo que se expone, si le gusta la música en directo, y si le gusta el repertorio, intentando no bostezar ni levantarse a orinar si se lo pide el cuerpo por no molestar. Más, esto pasa en la vida real, porque ya no pasa en la televisión ver conciertos de x minutos a plano fijo en los que se vea gente tocando, conciertos sinfónicos interesantes o incluso cosas más populares, pero de poca producción de cámara, precisamente para ver a plano fijo al are o no arte que tiene un cantaor cantando. A lo peor a las tres de la mañana hay algo...¡no lo sé!
Recuerdo que cuando era un músico trasnochado a veces veía los conciertos de la 2, de RNE, y no habiendo Internet veías algo interesante a esas horas porque al menos eran directos, aunque la música indie, pop, experimental... es interesante no porque toquen bien, sino porque intentan hacer cosas nuevas, haciendo casi todos lo mismo. Ves un concierto de estos y sueñas con un flanger quince días y te piensas además que no quedan grupos en España cantando en español, claro que para eso están los argentinos, los mexicanos, colombianos... vendiendo discos latinos en castellano. Al final lo de OT no ha estado tan mal para sacar algo de producto interior bruto y lo de La Voz y Tu cara me suena para repescar artistas en horas bajas que hace una década eran muy comerciales, pero que se les estaba pasando el arroz, como a todo el mundo.
Y, puesto que pocos autores como J. Sabina poseen un público multigeneracional, la verdad es que la única solución que tienen los famosos es hacer un intercambio de domicilio con los latino americanos, porque dado que hoy se vive más del directo que del disco, así todos pueden dar conciertos donde no los han dado y todos tan contentos.
Luego, puede que la única cosa buena que haya traído para la música la crisis de las discográficas, cuya causa es la piratería, a causa de la domesticación masiva de la grabadora de CDs... es que el directo se ha revitalizado, y los músicos han tenido que reinventarse y sincerarse para dar la talla sobre el escenario. Es decir, sigue habiendo mercado de entradas para ver conciertos..., y en estos conciertos la música suele ir en directo, menos mal!!!
En este aspecto, ir a ver las grandes voces de España o mundiales... y pagar una entrada por ello nos hace clásicos, muy, muy clásicos. En algún sentido parece que el público joven es hijo del siglo XX y XXi, pero luego estamos rindiendo culto en la mayoría de los casos al músculo de la garganta y a lo que pronuncia a través del micro. Entendemos de la música que nos gusta, que nos gusta porque la entendemos... y así en un círculo vicioso sempiterno, no voy a convencer a nadie de que lo amplíe, pero como a mí con el reggaetón, la gente es muy cerrada...., se avanza a pocos, a trompicones,... nos gusta lo sencillo, y qué se le va a hacer.
Luego, para una vez que mandan a algo original a Eurovisión, sí, al Chiquilicuatre, lo tuvieron que matar. No sé, pienso que creyeron los guionistas que después de muerto se convertiría en un mito, pero no ha sucedido, así que se le echa tanto de menos como a Manolo Escobar.
A veces me he quejado de que las orquestas de los pueblos, en las que he currado, a mucha honra, tenían el defecto de preferir los focos a los altavoces, poner tías cachondas delante del escenario y evitar así que se fijen en la edad de los músicos o si tocan o no en directo. Está claro que hay orquestas con mucha decencia que prefieren lo musical a lo que no es musical, y que desgraciadamente el 99% del público se fija en lo que le entra por los ojos. Luego, muchas orquestas están obligadas a parecer buenas imitando el concepto musical que se ofrece por la TV, muy icónico, visual, luminiscente, holográfico, coreográfico y si tercia pornográfico. Tampoco soy del opus, me gusta ver tías jamonas y con buen cuerpo, así que bien por todo, lo guapo y lo feo, me alegro por la friki del año pasado porque rompió con el estereotipo de la barbie chillona que representa al 50% de los países ,... En un concurso de músculo vocal Madonna demostró que ella es Madonna, no María Callas, y hoy la gente se hace cruces diciendo que si no estuvo a la altura. Pues, para mí sí, pues Eurovisión parece un espectáculo de luminotecnia y escenificación y ella la usó mejor que nadie, mejor que el representante de España de este año, y los del pasado. Luego que España quede mal no es un varapalo, es la tónica, pues solo Rosa y el chiquilicuatre se han salvado ¿la última década?
Remedios Amaya, sin ir por la academia, era una diva incomprendida y olé. Además, a nadie le pareció tan mala la canción salvo después de la votación. Luego por aquella época había que haber mandado a Azul y negro, pero no se atrevieron, ¡qué buenos! o al gran Tino Casal, para lucirlo, porque no hay que ir a ganar, como en el deporte a los sitios se va a participar. Yo propongo a Mario Vaquerizo para el festival y que dejen de hacer OT, ¡ya huele!
Últimamente ha habido buenos deportistas en España y nos hemos acostumbrado a ganar, pero no nos acordamos de las vacas flojas, de la medalla del basket en LA, del tour de Perico, que eran campanadas en el desierto. Hay que ver si en la música no somos tan buenos, o nos las da porque en el deporte ya destacamos con suficiencia. Parecía que sin ningún equipo español en la final de la Champions..., pero no, no tiene nada que ver, no es por envidia.
Hay que revisar también el Tratado de Tordesillas por si se ha vencido alguna cláusula que obligara a los lusos a dar los 12-10 puntos a España, puntos que si los añadimos a los que ganó el de 'La venda' lo habrían encaramado a no ser el último en la votación de los jurados europeos. Madonna se puso un parche para que no le cegaran los focos, el otro cantaba que se había caído la venda, y nadie tiene ojos para ver que la música española solo nos gusta a nosotros; aunque no era tan "española", agradeciendo que era marchosa. Por esto, revisar el Tratado de T. es muy importante, porque solo nos quedaba Portugal y se nos han caído sus puntos.
Sin embargo, no es un síntoma malo quedar el último por no gustar siendo tú mismo, es peor lo que se proponían hoy en las tertulias, hacer música con el objetivo de ganar Eurovisión, para presumir de qué, ¿de hacer música sueca? Luego, Rusia ha ganado unas cuentas con la estrategia de hacer naciones de las repúblicas de la URSS, y Puigdemont quiere meter baza prometiendo 12 puntos en la próxima edición si consigue no sé qué..., con 12 puntos por autonomía contra 41 países no nos garantizamos gran cosa, ¡no sé tú!, luego nos votan solo los rusos y los bielorusos desde la otra punta ¿qué rayos pasa aquí? les ha gustado el ritmo..., han entendido la letra o hay programado un viaje oficial del que no tenemos ni idea. Luego, valorar sobretodo ¿qué es lo importante? Ganar Eurovisión, partir España, ser europeo o hacer música nacional para un concurso internacional, aunque no sea de folclore. Y, como hacer lo español de lo folclórico si solo puede quedar uno, pues muy fácil: se manda a Hevia a tocar la gaita con traje de sevillana mientras le acompañan dos vascos tocando la txalaparta y lo bailan unos aragoneses haciendo de casteller al mismo tiempo, mientras cocinan una paella valenciana con gambas del cantábrico y con garbanzos de Fuentesauco unos asturianos subidos de la meseta, performance incompleta sin la tuna de medicina de Oviedo, la facultad de biología de Tenerife haciendo un botellón en el centro, un gitano la cabra, y una pareja de municipales para pedirle el carnet al que beba y sea menor de edad y un control de alcoholemía en la rotonda. Más, alrededor de todos estos, unos sanfermines corriendo delante de unos astados. Si hay problema con los ecologistas, hologramas, realidad aumentada, y añadimos más cosas: Espinete, Don Pimpón, Los lunis..., el chupacabras y unos molinos de viento, mientras entre el público unos señores perfuman al personal con olor de queso manchego y jamón de jabugo y, aunque se me olvidan muchos rincones interesantes de la península seguro, esta es la idea a seguir. Podríamos mandar unos congregantes de las capas pardas a adornar con la matraca, pero esos indecoros ya los hace la reina del pop. En todo caso, el Mariquelo de Salamanca subiendo a la torre para demostrarle a los lusos que nosotros nos acordamos también del terremoto, y después de colocar la veleta confetti de oro, que llueva confetti como cuando se gana la champions, al menos para irse con buenas sensaciones. Entonces, no querrá Madonna telonearnos ni aunque le paguen el doble que este.
Y es que España ya no es lo que era..., no sé si para bien o para mal... o por decir una frase hecha, porque en el fondo aquí no cambia nadie el gusto por lo de siempre, lo que pasa es que "lo de siempre" dentro de la cultura popular, parece distinto.
A veces me he quejado de que las orquestas de los pueblos, en las que he currado, a mucha honra, tenían el defecto de preferir los focos a los altavoces, poner tías cachondas delante del escenario y evitar así que se fijen en la edad de los músicos o si tocan o no en directo. Está claro que hay orquestas con mucha decencia que prefieren lo musical a lo que no es musical, y que desgraciadamente el 99% del público se fija en lo que le entra por los ojos. Luego, muchas orquestas están obligadas a parecer buenas imitando el concepto musical que se ofrece por la TV, muy icónico, visual, luminiscente, holográfico, coreográfico y si tercia pornográfico. Tampoco soy del opus, me gusta ver tías jamonas y con buen cuerpo, así que bien por todo, lo guapo y lo feo, me alegro por la friki del año pasado porque rompió con el estereotipo de la barbie chillona que representa al 50% de los países ,... En un concurso de músculo vocal Madonna demostró que ella es Madonna, no María Callas, y hoy la gente se hace cruces diciendo que si no estuvo a la altura. Pues, para mí sí, pues Eurovisión parece un espectáculo de luminotecnia y escenificación y ella la usó mejor que nadie, mejor que el representante de España de este año, y los del pasado. Luego que España quede mal no es un varapalo, es la tónica, pues solo Rosa y el chiquilicuatre se han salvado ¿la última década?
Remedios Amaya, sin ir por la academia, era una diva incomprendida y olé. Además, a nadie le pareció tan mala la canción salvo después de la votación. Luego por aquella época había que haber mandado a Azul y negro, pero no se atrevieron, ¡qué buenos! o al gran Tino Casal, para lucirlo, porque no hay que ir a ganar, como en el deporte a los sitios se va a participar. Yo propongo a Mario Vaquerizo para el festival y que dejen de hacer OT, ¡ya huele!
Últimamente ha habido buenos deportistas en España y nos hemos acostumbrado a ganar, pero no nos acordamos de las vacas flojas, de la medalla del basket en LA, del tour de Perico, que eran campanadas en el desierto. Hay que ver si en la música no somos tan buenos, o nos las da porque en el deporte ya destacamos con suficiencia. Parecía que sin ningún equipo español en la final de la Champions..., pero no, no tiene nada que ver, no es por envidia.
Hay que revisar también el Tratado de Tordesillas por si se ha vencido alguna cláusula que obligara a los lusos a dar los 12-10 puntos a España, puntos que si los añadimos a los que ganó el de 'La venda' lo habrían encaramado a no ser el último en la votación de los jurados europeos. Madonna se puso un parche para que no le cegaran los focos, el otro cantaba que se había caído la venda, y nadie tiene ojos para ver que la música española solo nos gusta a nosotros; aunque no era tan "española", agradeciendo que era marchosa. Por esto, revisar el Tratado de T. es muy importante, porque solo nos quedaba Portugal y se nos han caído sus puntos.
Sin embargo, no es un síntoma malo quedar el último por no gustar siendo tú mismo, es peor lo que se proponían hoy en las tertulias, hacer música con el objetivo de ganar Eurovisión, para presumir de qué, ¿de hacer música sueca? Luego, Rusia ha ganado unas cuentas con la estrategia de hacer naciones de las repúblicas de la URSS, y Puigdemont quiere meter baza prometiendo 12 puntos en la próxima edición si consigue no sé qué..., con 12 puntos por autonomía contra 41 países no nos garantizamos gran cosa, ¡no sé tú!, luego nos votan solo los rusos y los bielorusos desde la otra punta ¿qué rayos pasa aquí? les ha gustado el ritmo..., han entendido la letra o hay programado un viaje oficial del que no tenemos ni idea. Luego, valorar sobretodo ¿qué es lo importante? Ganar Eurovisión, partir España, ser europeo o hacer música nacional para un concurso internacional, aunque no sea de folclore. Y, como hacer lo español de lo folclórico si solo puede quedar uno, pues muy fácil: se manda a Hevia a tocar la gaita con traje de sevillana mientras le acompañan dos vascos tocando la txalaparta y lo bailan unos aragoneses haciendo de casteller al mismo tiempo, mientras cocinan una paella valenciana con gambas del cantábrico y con garbanzos de Fuentesauco unos asturianos subidos de la meseta, performance incompleta sin la tuna de medicina de Oviedo, la facultad de biología de Tenerife haciendo un botellón en el centro, un gitano la cabra, y una pareja de municipales para pedirle el carnet al que beba y sea menor de edad y un control de alcoholemía en la rotonda. Más, alrededor de todos estos, unos sanfermines corriendo delante de unos astados. Si hay problema con los ecologistas, hologramas, realidad aumentada, y añadimos más cosas: Espinete, Don Pimpón, Los lunis..., el chupacabras y unos molinos de viento, mientras entre el público unos señores perfuman al personal con olor de queso manchego y jamón de jabugo y, aunque se me olvidan muchos rincones interesantes de la península seguro, esta es la idea a seguir. Podríamos mandar unos congregantes de las capas pardas a adornar con la matraca, pero esos indecoros ya los hace la reina del pop. En todo caso, el Mariquelo de Salamanca subiendo a la torre para demostrarle a los lusos que nosotros nos acordamos también del terremoto, y después de colocar la veleta confetti de oro, que llueva confetti como cuando se gana la champions, al menos para irse con buenas sensaciones. Entonces, no querrá Madonna telonearnos ni aunque le paguen el doble que este.
Y es que España ya no es lo que era..., no sé si para bien o para mal... o por decir una frase hecha, porque en el fondo aquí no cambia nadie el gusto por lo de siempre, lo que pasa es que "lo de siempre" dentro de la cultura popular, parece distinto.
Y vamos a ver si me explico, pues parece que me estoy contradiciendo, y me lo parece a mí, aunque ya llevo hora y media escribiendo y tengo una borrachera de letras que me empalaga.
A veces nos gusta decir que fuimos a ver un concierto de alguien que lo hacía muy bien, otras de alguien que conoce todo el mundo, y las más ventajosas para uno, cuando vemos a alguien que teníamos ganas de verlo porque nos gusta lo que hace, catado y escogido con reposo.
"Nos gusta la música de lo que entendemos" quiere decir que nos ponemos a juzgar si alguien canta bien o mal porque tiene mucha o poca voz, porque afina siempre, imita bien, o porque cumple con los cánones establecidos, y aquí cojan aire, pues si hay cánones que cumplir... al menos desde el punto de vista de la invención, ¡ya vamos mal!
De hecho, envidio a los que están de jurado en estos sitios de la Voz porque cuando no les gusta algo lo dicen de una forma tan diplomática que yo sería incapaz. Incluso que a veces alguna cámara puede demostrar la contradicción traicionera entre un gesto y las palabras..., pero yo no estoy en le tele, me tienen que leer. Y, en este aspecto, no me ven la cara, pero ven la forma de mis frases, que no están cuidadas, y si lo estuvieran podría intentar bailar el agua mejor..., más no lo hago.
"Nos gusta la música que entendemos" significa que si no ampliamos el repertorio de música que somos capaces de entender estaremos siempre oyendo lo mismo, cargados con esa mochila de Julio Iglesias, Abba, Bonni M, Rolling, Nirvana, Héroes,... en música popular... y también así quizás creamos haber tenido la suerte de vivir en la época que mejor música se hacía. Porque, visto lo visto, lo mejor ahora es el Trap, mejor que el Rap, el Hip-Hop o el Reagetón, y yo lo oigo y pienso... por lo menos no es Acid-House... no porque el Acid fuera mala-mal música, sino porque no me gustaba oír tres horas de Acid para media hora de música española cuando iba al instituto y me metía en una discoteca más que a última hora para tomar una cerveza. En este aspecto, ahora que he madurado puedo oír el Acid desde otra distancia y sin el ansia de querer oír las canciones que me hacían cantar y animarme en aquellos momentos, pero también la puedo marginar por lo que era: un producto de estudio demasiado electrónico y repetitivo. Eso no quita para que yo repita de lo mío,... de lo que me gusta, y eso me lleva a afirmarme con las elecciones de consumo musical que decidí hace tiempo dentro de lo que te toca oír generacionalmente y por cojones.
Es más, yo creo que antes de la definición del gusto todos pasamos por una etapa ecléctica, y más con aquellos recopilatorios de gasolinera que traían una flor de cada granja. Al final te gustaba lo que podías tararear y te traía recuerdos, más tal vez lo que cambie la dirección del cuento politeísta y generalista es precísamente comprar el disco de alguien o que te graben unas cuantas cintas de algún artista, momento en que te puedes identificar con un estilo, género o grupo concreto, más si eso te lleva a seguirlo de cerca un tiempo, o de por vida. Digamos que los 80' eran (al menos en España) un poco de tribus, que había que tomar partido, y que incluso ciertos pubs o discotecas eran más de un tipo de música que de otro, por lo que había que elegir al igual que se elige un equipo de fútbol..., o eso parecía, y "así fue" (como canta la Pantoja) durante un tiempo.
Luego, oír música que no entendemos nos pone en un compromiso con varias cosas: la paciencia y el gusto, por ejemplo. A veces no tenemos paciencia para oír flamenco, jass y otras cosas que en directo son interesantes. Sin paciencia no hay experiencia, no hay entendimiento, y sin entendimiento no puede gustar,... o puede gustar, pero no de igual manera.
Por lo que digo que no cambia el cuento, aunque sí los estilos, es porque toda juventud se carga a través de los distintos medios de un prototipo de música que parece "lo último" o el no va más, y a veces lo es, pero muchas veces es "lo último" porque es lo que ha salido más tarde, no porque lo último represente la invención de nada, o de nada contundente.
Más, no me parece desagradable que a los jóvenes del guste el hip-hop siendo rockero, blusero y guitarrero, precisamente porque las letras y la forma de hacerlas o incluso improvisarlas es muy interesante. Una pelea de gallos va más allá de la interpretación a sabedillas de una canción de alguien, pues exige unos movimientos y reflejos similares a los de un músico de jass, aunque la estética no tenga nada que ver. De hecho, en determinados momentos, bajo ciertos parámetros, me gusta eso más que la letra mejor cuidada de un disco, porque en el disco no se ve la agilidad de hacer rimas, sino unos versos escogidos de miles entre muchos días. No es que no tenga mérito hacer un buen poema, es que llevamos 40... siglos de poemas, por eso no es "lo último de lo último" hacer letras, seas Sabina, Serrat o conduzcas un skate. Lo cierto es que las comparaciones de "calidad" pueden ser odiosas, según qué compares con qué. Por tanto, a igual calidad de versos, se puede decir que son más sorprendentes o geniales los que salen espontáneamente, aunque se puede hacer la tesis contraria desde el punto de vista del currelo, para gustos los colores..., y esto quiere decir solo que lo que tarda en salir, sea bueno, malo, o aparentemente regular, se supone que está meditado, simplemente.
Y, a mayores, me sucede con los movimientos de calle que tengo una simpatía tremenda por su conexión con lo desenfadado y el punk, muy porque al fin y al cabo es lo opuesto a lo que nos venden por la tele dentro del clasicismo eurovisivo en el que se invita a consumir música por los ojos, cantar a pleno pulmón y que todo sea bonito, perfecto o esté perfectamente coordinado. Luego, hay que ver que lo general de este año implicó otra sorpresa mayúscula: que ganara un tipo haciendo algo completamente íntimo mientras cantaba al piano. Y es que este vuelco lo dieron las llamadas de teléfono tras la votación general, así que yo creo que no soy el único que piensa que ver Eurovisión es muy espectacular, pero que la música se oye muy poco o los cantantes no paran quietos.
Mi defensa del punk o lo barriobajero contra la retransmisión escogida de un prototipo de música concreta no es la defensa de lo dionisíaco frente a lo apolíneo, sino la crítica hacia el canon impuesto a través de ciertos medios en pensar que lo apolíneo es lo suyo, pues ese bonito, perfecto, coordinado o calculado es a veces repetitivo, previsible, retrógrado y muy, muy selectivo. No es que un festival como éste no sea plural (hay más de un estilo), pero está empaquetado evidentemente con el mismo tipo de papel celofán que lo convierte en un cotillón primaveral donde para disimular tendencias y acaparar audiencia lo friky alterna con lo de siempre. De esta alternancia se puede decir que ya se le está dando gusto al ethos y al kaos, a Apolo y a Dionisos, como dentro de la previsión de que hay gente que avala, y llama por teléfono, dos gustos musicales contrapuestos. En esta dualidad, lo horroroso es pensar que Apolo sigue al lado de los clásicos y que Dionisos es elementalmente el cambio, un progresista o un inconformista. Y, en esencia la clase de estética dice que la belleza universal es apolínea, y a los efectos en el tiempo, podría ser eterna..., pues si es así, que manden todos los años a Massiel.
A los efectos musicales la pretensión de un creativo no es hacer tampoco un arte de recetas, no estoy diciendo nada raro, pero esto supone cuestionar los cánones continuamente, y de lo nuevo surge el rechazo, y ese público o receptor que asimila a desfase porque no entiende las nuevas manifestaciones apolíneas o porque las tacha de dionisiacas a las primeras de cambio. No vivimos en la época del blanco y el negro, del todo y la nada ni cantar es el juego del doble o mitad.
Es más, pienso que quedar de los últimos es un buen síntoma en un concurso como eurovisión, pues nuestros representantes no han competido en ninguna de las categorías que arrastran llamadas: lo excéntrico y lo inmóvil. Enhorabuena a todos los perdedores.
Y, a mayores, me sucede con los movimientos de calle que tengo una simpatía tremenda por su conexión con lo desenfadado y el punk, muy porque al fin y al cabo es lo opuesto a lo que nos venden por la tele dentro del clasicismo eurovisivo en el que se invita a consumir música por los ojos, cantar a pleno pulmón y que todo sea bonito, perfecto o esté perfectamente coordinado. Luego, hay que ver que lo general de este año implicó otra sorpresa mayúscula: que ganara un tipo haciendo algo completamente íntimo mientras cantaba al piano. Y es que este vuelco lo dieron las llamadas de teléfono tras la votación general, así que yo creo que no soy el único que piensa que ver Eurovisión es muy espectacular, pero que la música se oye muy poco o los cantantes no paran quietos.
Mi defensa del punk o lo barriobajero contra la retransmisión escogida de un prototipo de música concreta no es la defensa de lo dionisíaco frente a lo apolíneo, sino la crítica hacia el canon impuesto a través de ciertos medios en pensar que lo apolíneo es lo suyo, pues ese bonito, perfecto, coordinado o calculado es a veces repetitivo, previsible, retrógrado y muy, muy selectivo. No es que un festival como éste no sea plural (hay más de un estilo), pero está empaquetado evidentemente con el mismo tipo de papel celofán que lo convierte en un cotillón primaveral donde para disimular tendencias y acaparar audiencia lo friky alterna con lo de siempre. De esta alternancia se puede decir que ya se le está dando gusto al ethos y al kaos, a Apolo y a Dionisos, como dentro de la previsión de que hay gente que avala, y llama por teléfono, dos gustos musicales contrapuestos. En esta dualidad, lo horroroso es pensar que Apolo sigue al lado de los clásicos y que Dionisos es elementalmente el cambio, un progresista o un inconformista. Y, en esencia la clase de estética dice que la belleza universal es apolínea, y a los efectos en el tiempo, podría ser eterna..., pues si es así, que manden todos los años a Massiel.
A los efectos musicales la pretensión de un creativo no es hacer tampoco un arte de recetas, no estoy diciendo nada raro, pero esto supone cuestionar los cánones continuamente, y de lo nuevo surge el rechazo, y ese público o receptor que asimila a desfase porque no entiende las nuevas manifestaciones apolíneas o porque las tacha de dionisiacas a las primeras de cambio. No vivimos en la época del blanco y el negro, del todo y la nada ni cantar es el juego del doble o mitad.
Es más, pienso que quedar de los últimos es un buen síntoma en un concurso como eurovisión, pues nuestros representantes no han competido en ninguna de las categorías que arrastran llamadas: lo excéntrico y lo inmóvil. Enhorabuena a todos los perdedores.
https://www.youtube.com/watch?v=dwh4P7tK3V0
Y de los ganadores, al menos el negocio del teléfono ha servido para poner un poco de orden y criterio complementario entre lo teledirigido y lo espontáneo, pues Salvador Sobral ni es un friki ni canta ópera, así que el festival ha resucitado gracias a que es para el pueblo y con el pueblo, y la gente no está tan sorda ni se fascina por lo que ve: demasiadas luces.
Y es que cada año el listón estará aún más alto. Si Scriabin levantara la cabeza sentiría que su Prometeo es un pájaro ensombrecido por la Historia. Más pensando que él quería hacer algo "brillante" para satisfacer a la audiencia, en la ciudad de las luces,... y apenas montó cuatro bombillas que hoy no son nada comparadas con los coches de feria. En el fondo, también se le ocurriría aquello porque los públicos ya empezaban a estar fascinados por las luces de las casetas, por las luces del Molino, las de la Torre Eiffel, las del cine de feria o las propias impresiones y fogonazos de la fotografía. Así, superar lo presente era añadir luces de colores a un espectáculo musical, no ser como Wagner, primando la música, pero no quedar lejos del Arte Total. Y, en esas Scriabin tenía varias pretensiones: ofrecer una correspondencia entre las artes, y un programa musical unido, ante todo por la idea que estaba basada en una historia que dependía de las notas y de la música pura, aún perdiendo pureza,... y eso pasó, pero al menos no había letra que entender, la gente se fijaba en la música, oía los acordes y juzgaba por el oído su composición. Y quizás lo mejor que le pudo pasar es que no se podía hacer mejor a los ojos de la gente con la tecnología del momento, porque así lucía tanto la música como las bombillas, y es que hacer algo "brillante" no es lo mismo que fascinante.
Hay que ponerse también el ejemplo de que la Música para fuegos artificiales de Haendel (27 de abril de 1749) ya pudiera ser la sinfonía telonera de un espectáculo de pólvora y color, no exento de ruido. Pero los cohetes no son música, aunque sus luces puedan ser música para los ojos. Y, a efectos visuales, estéticos y sociológicos, no deja de ser una pasada la contemplación de los fuegos. Pero luego, tampoco hay que confundir la tomatina con un happening dedicado al color rojo, aunque de haberlo sido, la valoración artística podría ser otra, y la implicación popular también.
Con los años la gente se ha acostumbrado a oír que la música brille que parece que hasta los CDs los hicieron para que produjeran la difracción del color. Es decir, ya dan color incluso antes de que suenen. Luego de tanto uso de luz, láser,... Eurovisión tiene la culpa de que al traje de luces de los toreros ya lo llamen otra vez "de lentejuelas", por mucho que destelle al sol en las plazas los días que no está nublado. Otra cosa, después de haber pachangueado algo,...¿quizás menos luces de colores e invertir en un ballet para que la gente atienda a las piernas de las muchachas...?...¡claro que para eso estaban otros sitios a principio del siglo XX! Y qué cosas pasan, si lo hace una orquesta de pueblo es cutre, pero si lo vemos por la pantalla es glamour..., según cuentan los de dentro.
Hay que ponerse también el ejemplo de que la Música para fuegos artificiales de Haendel (27 de abril de 1749) ya pudiera ser la sinfonía telonera de un espectáculo de pólvora y color, no exento de ruido. Pero los cohetes no son música, aunque sus luces puedan ser música para los ojos. Y, a efectos visuales, estéticos y sociológicos, no deja de ser una pasada la contemplación de los fuegos. Pero luego, tampoco hay que confundir la tomatina con un happening dedicado al color rojo, aunque de haberlo sido, la valoración artística podría ser otra, y la implicación popular también.
Con los años la gente se ha acostumbrado a oír que la música brille que parece que hasta los CDs los hicieron para que produjeran la difracción del color. Es decir, ya dan color incluso antes de que suenen. Luego de tanto uso de luz, láser,... Eurovisión tiene la culpa de que al traje de luces de los toreros ya lo llamen otra vez "de lentejuelas", por mucho que destelle al sol en las plazas los días que no está nublado. Otra cosa, después de haber pachangueado algo,...¿quizás menos luces de colores e invertir en un ballet para que la gente atienda a las piernas de las muchachas...?...¡claro que para eso estaban otros sitios a principio del siglo XX! Y qué cosas pasan, si lo hace una orquesta de pueblo es cutre, pero si lo vemos por la pantalla es glamour..., según cuentan los de dentro.
Si esto es capaz de leerlo un sordo que sepa que está de suerte por haber nacido en el siglo XXI, porque la dosis de imagen que lleva la música hoy la puede hacer muy bonita y mucho más atractiva, aunque a veces es irreverente. Es decir, cuando la tecnología avance y seas capaz de mejorar tu audición te darás cuenta de que en algunos casos no te habías perdido el 100% de un producto, porque la música está de fondo y en pequeñas dosis en muchos empaques que incluso se presentan como música.
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